2018
Llegados al lindísimo aeropuerto de Wellington, la capital de Nueva Zelanda, engalanado con los fantásticos personajes que creó J.R.R. Tolkien y llevó al cine Peter Jackson para filmar la zaga del Señor de los Anillos en la orografía tan atractiva de Nueva Zelanda tierra natal de Jackson, comenzamos a disfrutar de esta encantadora ciudad, sus paisajes, sus negocios, su comida, su puerto con la posibilidad de navegar por localidades cercanas y su Cable Car rojo, un pequeño funicular con aires de antigüedad muy atractivo que nos llevó de la forma mas cómoda ascendiendo las colinas desde el nivel de la calle Lambton Quay hasta el fértil Jardín Botánico tan poblado de variadísimas especies en sus colinas y también al elegante y cotizado barrio residencial de Kelburn.
En lo alto de la colina del Jardín Botánico hay una confitería moderna y cómoda que ofrece variedad de propuestas que se saborean mientras se observa por sus ventanas, colinas abajo, la ciudad. Desde los helechos y demás vegetación del poblado Jardín Botánico hasta el puerto, el mar, los barcos, la antigua Catedral en su colina, panorama mas placentero imposible!
El Puerto! Un paseo obligado. Wellington tiene uno de los puertos mas vistosos que hemos visitado, bordeado de muelles con restaurantes y jardines desde donde se observa al frente la ciudad y sus edificios costeros, con esos enormes helechos que engalanan los espacios públicos.
Continuando el paseo por la zona llegamos a la Post Office Square y encontramos el Huddart Parker Building. La Huddart Parker era una importante línea Naviera en Wellington, de allí el nombre del edificio.
En su planta baja se encuentra un encantador restaurante llamado “Charley Noble Eatery and Bar” en honor del capitán de un viejo buque mercante, lugar que exhibe aires e historias de navegantes.
El servicio impecable con mozas respetuosas y muy diligentes y la comida buenísima. Un placer total.
El Museo! En un edificio moderno se asienta el Museo de Nueva Zelanda “Te Papa Tongarewa”.
Y allí en un ambiente espléndidamente logrado con luces adecuadas se destaca en leve penumbra la fauna marina de la zona. Cuelga en diferentes niveles desde lo alto en variedad y cantidad considerable, plasmando un fondo marino desconocido y atrayente. Les aseguro que uno no se cansa de mirar hacia arriba tratando de reconocer los variados especímenes que se exhiben. Luego de un buen rato paseando y admirando ese magnífico museo salimos para continuar nuestra caminata de conocimiento y disfrute.
Caminamos por la Pipitea street entrando al barrio Thorndon, barrio de embajadas, colegios, iglesias. Encontramos la embajada argentina en la Murphy Street y a su lado un pequeño café llamado Café Classic. Pensamos tomar allí un café, pero al ver en las mesas vecinas gente saboreando la afamada clam chowder, una sopa algo espesa con almejas nos tentamos…
Pedimos esa sopa deliciosa con la densidad adecuada y sabrosas almejas. El bowl estaba rodeado de suaves tostadas y manteca que acompañaban muy bien el plato.
Los que se animaron continuaron con gordos y apetitosos burritos que según comentarios eran exquisitos.
Una mañana soleada encontramos un callejón con negocios y altos helechos al fondo con salida a una calle céntrica frente a un Starbucks, llamado Plimmer Steps con una importante y llamativa estatua en bronce de un hombre con su perro, era el señor John Plimmer, colono y empresario que fue llamado “El padre de Wellington”.
Continuando el paseo caminamos por la Molesworth Street donde encontramos la New Zealand Rugby House, hogar de los famosos All Blacks ídolos de los jugadores de rugby.
Mas adelante y por la misma calle nos llamó la atención el diseño arquitectónico del edificio del Parlamento, al que llaman “La Colmena”, lo que alude a su estructura.
Pocos nos resultaron los varios días que destinamos a esta lindísima ciudad, sus barrios, sus calles y negocios, sus museos, su puerto, sus bellas colinas, su gente amable y agradable, su ambiente en general.
Y en el aeropuerto nos despidió una simpática señora luciendo un hermoso sombrero repleto de flores de plumeria, un encanto!
Una ciudad para recordarla con cariño.
Agur!
Como siempre, van fotos.