2021
Durante el mes de mayo de 2021 los autobuses de Miami Beach eran gratis cualquiera fuera la distancia que uno recorriera en la zona.
Eran autobuses de diferente tamaño según la zona que recorrieran y todos adaptados a las exigencias del cuidado en la pandemia.
Los primeros tres o cuatro asientos enfrentados estaban destinados a los ancianos o personas con dificultades motrices y otros mas atrás marcados para evitar su utilización guardando cierta distancia en cuidado de la pandemia.
Subí al autobús en un mall grande y muy popular entre los visitantes, el Aventura Mall, con destino a las calles céntricas de Miami Beach, un trayecto largo.
La conductora, una señora de mediana edad y pocas palabras frente al volante en un espacio cerrado con una puerta de metal en su parte baja y material transparente en la superior.
A poco del trayecto subió al autobús un personaje de edad avanzada con un maletín y atuendo similar a un viejo pirata. Pañuelo rojo en la cabeza atado en la nuca de donde salía una coleta gris algo enrulada y sobre él un gorro azul, bigotes con extremos hacia arriba, camisa amplia con mangas recogidas exhibiendo profusos tatuajes y varias pulseras, chaleco con pocos botones y un pantalón algo corto y gastado. Saludó efusivamente a la conductora y con absoluta naturalidad se sentó en uno de los asientos delanteros reservados e inmediatamente cerró los restantes a su lado para impedir que fueran ocupados.
Abrió su maletín y comenzó a sacar variedad de productos que fue colocando en exhibición a un lado como si de una vidriera se tratara, frascos, botellas, algunos elementos de cocina, baño y los ofrecía a quien subiera o bajara del autobús sin demasiado énfasis.
A todo este despliegue no hubo observación alguna por parte de la conductora.
Mas adelante subió un muchacho, zapatillas, remera y pantalón negros quien se sentó en un asiento paralelo al mío, apoyó su espalda contra la ventanilla, alzó sus pies colocándolos sobre el asiento vecino, ocupando la totalidad de los dos y sacó su teléfono.
A medida que avanzábamos en el trayecto subía gente que veía menguada su oportunidad de sentarse, hasta que alguien logró hablar con la conductora y tuvimos una pequeña función de áspera opereta entre la conductora y el muchacho. El pirata no intervino ni fue amonestado por la conductora, se limitó a disfrutar de la pelea sonriendo divertido.
Episodio que terminó con el muchacho cambiándose de asiento.
No por mucho tiempo.
Cuando se desocuparon dos asientos inmediatamente el muchacho los ocupó de igual forma que la vez anterior, lo que provocó el enojo y acción inmediata de la conductora quien abrió de un golpe la puerta que la mantenía aislada y a grito limpio comenzaron las amenazas.
Cuando se dio el segundo acto de la opereta con los mismos actores y libreto, decidí que ya eran demasiados gritos para un viaje y tiré fuertemente del cordón que pide el stop. Parada frente a la puerta y junto al pirata recibí la múltiple oferta de productos y una amplia sonrisa, lo saludé amable y bajé aliviada del autobús.
La Collins me recibió con una procesión de gente en las veredas y bulliciosos autos en la calle.
Respiré aliviada, todo resultaba mas tolerable que la opereta a gritos en el autobús.
Agur!
Van fotos